Recordando a nuestros seres
queridos: La lucha contra la Escuela de las Américas es
un acto de memoria colectiva
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Camila Leiva
En
Noviembre del 2005, tuve la oportunidad de asistir a la
vigilia en las rejas de la Escuela de Asesinos, en Fort
Benning, Georgia, EEUU.
Estaba ahí con compañeras y compañeros de mi universidad
para protestar en este lugar donde, por casi 66 años, se
han entrenado a militares Latinoamericanos en técnicas
de tortura y represión.
Ese año éramos más de seis mil
personas, de muchas partes de los EEUU, como de otros
países, que nos habíamos reunido con lienzos, música,
fotos, títeres enormes, actos de desobediencia civil, y
mucha energía, para exigir el cierre de la Escuela de
Asesinos.
Como todos los años, se hizo una procesión fúnebre y se
nombró a las miles de personas que han sido asesinadas
por militares entrenados en la Escuela de las Américas.
La procesión fue un momento muy intenso, lleno de
tristeza, pero también de mucha fuerza colectiva.
Escuchar a miles de personas de razas diferentes,
comunidades diversas y países distintos, que se han
reunido para gritar juntos “¡PRESENTE!”, después de
pronunciar los nombres de las víctimas, es una
experiencia que nunca olvidaré.
Tampoco la olvidaré porque me dio la oportunidad de
nombrar y recordar al hermano de mi abuela, Orlando
Letelier, y sentir que mi familia no estaba sola al
recordarlo, que éramos parte de un movimiento
continental.
Al escuchar el nombre de mi tío abuelo,
sentí una enorme conexión personal con él y recordé la
razón por la cuál yo estaba allí.
Si
bien había sido mi compromiso político lo que me había
llevado hasta Fort Benning, me di cuenta, en el proceso,
que al igual que muchos otros Latinoamericanos, la
existencia de la Escuela de las Américas también me
había afectado a mí, y a mi familia, a nivel personal.
El asesinato de mi tío abuelo ha repercutido
profundamente en las diferentes generaciones de mi
familia. El acto de terrorismo que le quitó la vida a
Orlando causó trauma, dolor, quiebres, pero también un
compromiso de dedicar nuestras vidas a continuar el
trabajo al que le dedicó él la vida: crear un Chile más
justo, más democrático y libre del control del gobierno
estadounidense.
En esa lucha esta mi abuela, Fabiola Letelier, que como
abogada sigue defendiendo los derechos humanos hasta el
día de hoy.
Ahora nos toca a nosotros y nosotras,
los hijos y nietos de la rebeldía generada por esta
oscura historia, seguir luchando por la justicia que
buscaban nuestros familiares y nuestros pueblos.
Para mí no hay objetivo más claro que cerrar la
Escuela de las Américas y demandar que nuestros
gobiernos no manden más soldados a entrenarse ahí.
Seis países de Latinoamérica le han dicho ¡NO! a la
Escuela de las Américas, y han retirado públicamente sus
soldados. Debemos crecer en nuestro movimiento para
que todos los países de nuestro continente no manden más
soldados a la Escuela de Asesinos.
La reja de Fort Benning, cubierta con cruces y los
nombres de las victimas de la Escuela de Asesinos.
Camila y sus compañeros de la universidad, escuchando el
acto de la vigilia.
Camila (a mano derecha) con sus compañeras
universitarias en frente de la reja, que se encuentra al
fondo
Procesión fúnebre de la vigilia 2005, siempre llena de
mucho arte y títeres.