Hola.
Me llamo
Edward
Snowden. Hace poco
más de un mes tenía familia, un hogar en
el paraíso y vivía con gran comodidad.
También tenía la capacidad de buscar,
capturar y leer las comunicaciones de
ustedes sin necesidad de orden judicial
alguna. Las comunicaciones de cualquier
persona, en cualquier momento. Es decir,
el poder de cambiar el destino de las
personas.
Es también
una grave violación a la ley. La Cuarta
y Quinta Enmiendas a la Constitución de
mi país, el artículo 12 de la
Declaración Universal de los Derechos
Humanos y numerosos estatutos y tratados
prohíben tales sistemas invasivos de
vigilancia en masa. Aunque la
Constitución de Estados Unidos marca
como ilegales tales actos, mi gobierno
afirma que veredictos judiciales
secretos, que el mundo no tiene
permitido ver, legalizan de alguna
manera un acto ilícito. Esos fallos
simplemente corrompen la noción más
elemental de justicia: que los actos
deben estar sujetos a escrutinio. Lo
inmoral no puede volverse inmoral
mediante el uso de una ley secreta.
Creo en el principio
declarado en Nuremberg en 1945: Los
individuos tienen deberes
internacionales que trascienden las
obligaciones nacionales de obediencia.
Por lo tanto, los ciudadanos
individuales tienen el deber de violar
las leyes nacionales para prevenir que
ocurran crímenes contra la paz y la
humanidad
.
Por
consiguiente, hice lo que creí correcto
y emprendí una campaña para corregir
esos ilícitos. No busqué enriquecerme.
No busqué vender secretos de Estados
Unidos. No me asocié con ningún gobierno
extranjero para garantizar mi seguridad.
Lo que hice fue llevar lo que sabía al
público, para que algo que nos afecta a
todos pudiera ser discutido por todos a
la luz del día, y pedí justicia al
mundo.
Esa decisión
moral de revelar al público un espionaje
que nos afecta a todos ha sido costosa,
pero fue lo correcto y no me arrepiento
de ella.
Desde ese
momento el gobierno y los servicios de
inteligencia de Estados Unidos han
intentado ponerme de ejemplo, de
advertencia a otros que pudieran hablar
como yo lo he hecho. Me han convertido
en un apátrida y un perseguido a causa
de mi acto de expresión política. El
gobierno de Estados Unidos me ha
colocado en una lista de personas que no
pueden abordar un avión. Exigió al
gobierno de Hong Kong que me repatriara
dentro del marco de sus leyes, en
violación directa al principio de no
represión: la Ley de las Naciones. Ha
amenazado con sanciones a los países que
respalden mis derechos humanos y el
sistema de asilo de Naciones Unidas.
Incluso ha dado el paso sin precedente
de ordenar a sus aliados militares
detener en tierra el avión de un
presidente latinoamericano, en su
búsqueda de un refugiado político. Estas
peligrosas escaladas representan una
amenaza no sólo a la dignidad de América
Latina, sino a los derechos
fundamentales que comparten todas las
personas, todas las naciones, de vivir
libres de persecución, y de buscar y
gozar de asilo.
Sin embargo,
aun a la vista de esta agresión
históricamente desproporcionada,
naciones de todo el mundo han ofrecido
apoyo y asilo. Estas naciones, entre
ellas Rusia, Venezuela, Bolivia,
Nicaragua y Ecuador, tienen mi gratitud
y respeto por ser las primeras en
oponerse a las violaciones a los
derechos humanos perpetradas por los
poderosos, más que por los carentes de
poder. Al negarse a transigir en sus
principios ante la intimidación, se han
ganado el respeto del mundo. Es mi
intención viajar a cada uno de esos
países para expresar en persona mi
gratitud a su pueblo y sus líderes.
Hoy anuncio
mi aceptación formal de todas las
ofertas de apoyo y asilo que me han
extendido y todas las demás que se me
hagan en el futuro. Con, por ejemplo, la
garantía de asilo ofrecida por el
presidente Maduro de Venezuela, mi
estatus de asilado ya es formal, y
ningún Estado tiene fundamento para
limitar o interferir con mi derecho a
disfrutar de ese asilo. Sin embargo,
como hemos visto, algunos gobiernos de
los estados de Europa occidental y
Norteamérica han demostrado disposición
a actuar fuera de la ley, y esa conducta
persiste hoy. Esta amenaza ilegal me
hace imposible viajar a América Latina y
disfrutar del asilo que me ha sido
concedido allá de conformidad con
nuestros derechos compartidos.
Esta
intención de estados poderosos de actuar
en forma extralegal representa una
amenaza para todos nosotros, y no se
debe permitir que la lleven a cabo. En
consecuencia, solicito la ayuda de
ustedes para exigir garantías de
salvoconducto a las naciones relevantes
para asegurar mi traslado a América
Latina, así como solicito asilo en Rusia
hasta el tiempo en que esas naciones
accedan a cumplir la ley y permitan mi
traslado legal. Presentaré hoy mi
solicitud a Rusia, y espero que la
respuesta sea favorable.
Si tienen
alguna pregunta, contestaré lo que
pueda.
Traducción: Jorge Anaya