Oscar Arnulfo Romero
Óscar Arnulfo Romero, a los 12 años, trabajaba como aprendiz en una carpintería. Ingresó en el seminario menor de San Miguel en 1931, donde permaneció 6 años hasta que interrumpió sus estudios, para ayudar a su familia en dificultad económica. Durante tres meses trabajó en las minas de oro de Potosí por 50 centavos al día.
En 1937 ingresó al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San Salvador, El Salvador. Siete meses después fue enviado a Roma a proseguir estudios de Teología. Es ordenado sacerdote en Roma el 4 de abril de 1942 y continuó allí para realizar su tesis doctoral que pretendía orientar hacia la mística o la teología ascética, pero la Segunda Guerra Mundial le obliga a regresar a El Salvador.
Comenzó como sacerdote en la parroquia de Anamorós. Después, durante 20 años realiza su labor pastoral en San Miguel. Impulsó movimientos apostólicos como la Legión de María, los Caballeros de Cristo o los Cursillos de Cristiandad. Desarrolló obras sociales como Alcohólicos Anónimos o Cáritas. Promueve la construcción de la Catedral de San Miguel y favorece la devoción a la Virgen de la Paz.
En 1966 fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador. Comienza así una actividad pública más intensa que coincide con un período de amplio desarrollo de los movimientos populares que apenas un año más tarde producen la primera huelga general obrera. Su nombramiento como obispo auxiliar de Monseñor Luis Chávez y González, en 1970, no fue bien visto por los sectores más renovadores: los planteamientos de Monseñor Romero eran todavía muy conservadores. Además, su labor como rector del Seminario Mayor San José de la Montaña fracasó en la gestión económica, por lo que el seminario cerró.
En 1974 fue nombrado Obispo de la Diócesis de Santiago de María. El contexto político se caracteriza por la represión a los campesinos organizados. En junio de 1975 se producen los hechos de Tres Calles la Guardia Nacional asesina a 5 campesinos. Monseñor Romero llega a consolar a los familiares de las víctimas y a celebrar la misa, pero no denuncia públicamente el crimen, como le habían pedido algunos sectores, aunque sí envía una dura carta al presidente Molina.
El nombramiento de Monseñor Romero como arzobispo de San Salvador, el 23 de febrero de 1977, golpea al sector renovador y fue una alegría para el gobierno y los grupos de poder, que veían en Romero un freno a la actividad de compromiso con los más pobres que estaba desarrollando la Arquidiócesis.
El 12 de marzo de 1977 es asesinado el padre jesuita Rutilio Grande, quien colaboraba en la creación de grupos campesinos de autoayuda y era amigo de Romero. El recién electo arzobispo insta al presidente Molina a que investigue el crimen y, ante la pasividad del gobierno y el silencio de la prensa censurada, amenaza con el cierre de las escuelas y la ausencia de la Iglesia católica en actos oficiales.
La postura de Óscar Romero comienza a ser conocida y valorada internacionalmente: en 1978 es nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), en 1979 es nominado al Premio Nobel de la Paz y en 1980 es investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Lovaina (Bélgica). En ese viaje a Europa visita a Juan Pablo II y le transmite su inquietud ante la terrible situación en El Salvador.
La Iglesia calcula que, entre enero y marzo de 1980, más de 900 civiles fueron asesinados por fuerzas de seguridad, unidades armadas o Grupos Paramilitares. El gobierno actuaba en estrecha relación con el grupo terrorista ORDEN y los Escuadrones de la Muerte.
Al regresar de Europa, el arzobispo Romero envía una carta al presidente James Earl Carter en la que se opone a la ayuda que Estados Unidos presta al gobierno salvadoreño, que sólo sirve para reprimir al pueblo. En respuesta, Carter pide al Vaticano que llame al orden al arzobispo. Sin embargo, en otros países continúa el reconocimiento a la labor de Romero: por esas mismas fechas, recibe el premio de la Paz de Acción Ecuménica Sueca.
A fines de febrero, Héctor Dada, miembro de la Segunda Junta de Gobierno, informa a Monseñor que tiene conocimiento de amenazas de muerte contra su propia persona y contra el Arzobispo. Romero recibe también un aviso de amenazas por parte del Nuncio Apostólico en Costa Rica, Monseñor Lajos Kada. A comienzos de marzo es volada una cabina de la emisora La Voz Panamericana, que transmitía sus homilías dominicales. Los días 22 y 23 de marzo, las religiosas que atienden el Hospital de la Divina Providencia, donde vive el Arzobispo, reciben llamadas telefónicas anónimas con amenazas de muerte. El 24 de marzo de 1980, Oscar A. Romero es asesinado por un francotirador mientras oficiaba misa en la Capilla de dicho Hospital.