La audaz y evang�lica experiencia de
cruzar la l�nea
(En gratitud al
Padre Roy Bourgeois)
Ismael Moreno Coto
(Padre Melo)
El
hombre con la cabeza pintada enteramente de blanco y con
todo su cuerpo cubierto de negro y blanco con la leyenda
Study war no more (estudiar para la guerra nunca
m�s), en medio de miles de manifestantes se
acerc� a mi, me abraz� y me dijo �bless me, father, I
will cross the line� (bend�game, Padre, voy a cruzar
la l�nea).
De inmediato subi�
la enorme alambrada protegida de p�as. Con sus gruesos
guantes se agarr� fuertemente en el cerco, y salt� a la
otra orilla dejando uno de sus guantes atrapados entre
tantas p�as. Los soldados del otro lado, fuertemente
armados, capturaron el hombre de sesenta a�os y lo
condujeron en medio de un fuerte operativo hacia el
interior de un recinto de donde desapareci� de mi vista
y de la de la vista de miles de personas que fuimos
testigos de este desacato. Unos con asombro, muchos con
l�grimas y todos acompa�ados de gritos en demanda por el
cierre de la Escuela de las Am�ricas.
Fue el final de la
procesi�n de las cruces y la culminaci�n de la actividad
organizada por SOA-W (School of the Americas Watch), el
Observatorio de la Escuela de las Am�ricas, que a�o con
a�o, convoca a centenares de organizaciones y activistas
para proclamar la solidaridad con las v�ctimas de la
represi�n y exigir el cierre de la Escuela de las
Am�ricas. La acci�n antimilitarista se celebra en la
fecha que hace memoria del asesinato de los seis
jesuitas y sus dos colaboradoras de la Universidad
Centroamericana, UCA, de San Salvador.
Las actividades
comenzaron el d�a 16 con el encuentro de religiosas y
religiosos convocados por �Pax Christi� para rezar y
reflexionar sobre las armas actuales de la guerra, los �drones�,
unos aviones dirigidos desde centros de operaci�n y
lanzados en contra de v�ctimas muy identificadas. De
fondo, en la asamblea de religiosas y religiosos
revoloteaba la memoria de los jesuitas asesinados por
oficiales entrenados en la Escuela de las Am�ricas y con
armas fabricadas en los Estados Unidos. Estaba yo atento
a las presentaciones y escuchando los cantos, cuando
escuch� mi nombre. Me llamaban a hacer el cierre o
clausura de la actividad llena de m�stica y de
Evangelio. Me sorprendi� la sinton�a entre mis palabras
y el ambiente espiritual y de lucha, de gratitud y
memoria que respir� entre los varios centenares de
personas congregadas en el sal�n de aquella universidad.
Los aplausos y los abrazos nos juntaron a todos los
asistentes en una sola voz cantando como cierre de esa
primera noche la emblem�tica canci�n �We shall over
come�. Me sent� hermano y amigo entre tantos rostros
que jam�s hab�a visto en mi vida, y sent� el profundo
sabor de la presencia exigente y amorosa del Dios de la
Vida. Tuve que hacer malabares para que Lucy y Pamela
--dos amigas en el mismo Esp�ritu que me han acompa�ado
en todo momento y que han estado muy cerca de mi vida
desde hace dos a�os--, no descubrieran mis l�grimas de
gratitud.
Tras finalizar los
actos inaugurales, nos dirigimos a la zona que rodea las
instalaciones de Fort Bennigs, en el poblado de
Columbus, en los l�mites entre el Estado de Giorgia y el
Estado de Alabama. Aquello era una aut�ntica feria
popular con pancartas, camisetas y grandes mantas con
leyendas en contra de la guerra y en demanda del cierre
de la escuela de asesinos. En el fondo, a unos pocos
metros de la entrada principal de las fortalezas
militares, un enorme escenario mostraba a un grupo
musical que con canciones en �spanglish� evocaban la
contracultura de las luchas de resistencia de todo el
continente. De lejos logr� distinguir la voz principal
de aquel grupo de m�sica popular contestataria, y su
timbre me result� muy familiar. Se trataba del activista
y cantor Francisco Herrera, de San Francisco,
California, a quien no miraba desde 1987 cuando nos
conocimos, cantamos y caminamos juntos, acompa�ando los
retornos de desplazados y refugiados de la guerra a
territorio salvadore�o, cuando para ambos las canas y
las grasas en la panza eran todav�a un asunto ex�tico,
propio de la gente vieja. El abrazo y las expresiones
expl�citas de su solidaridad con Radio Progreso y el
ERIC eran el mejor testimonio de que la distancia y los
a�os no nos separaban. �l y su gente en California nos
conocen y han estado muy solidarios con el pueblo
hondure�o tras el zarpazo a la patria sufrido con el
golpe de Estado de junio de 2009.
El d�a 17 en la
ma�ana fue la inauguraci�n oficial del evento del SOA
Watch con una multitud de personas congregadas en el
sal�n principal de la universidad de Columbus, Giorgia.
El acto arranc� con saludos virtual de varios pa�ses
latinoamericanos puestos en una amplia pantalla. Luego
nos pusieron a conversar en �cuchicheo� con quien
ten�amos a nuestro lado sobre lo que hacemos en nuestras
comunidades en contra de la militarizaci�n. Me toc� con
un canadiense de origen oriental. En mi impresentable y
destartalado ingl�s le logr� decir que en Honduras
buscamos crear conciencia y formaci�n a trav�s de redes
de radios de comunicaci�n en la lucha contra la
violencia y la iniquidad.
El punto
culminante de este evento de inauguraci�n lo constituy�
el reconocimiento a los pa�ses latinoamericanos que se
han retirado de la Escuela de las Am�ricas: Venezuela,
Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Fue el
acto de �deserci�n� de los pa�ses para �Graduarse de
Soberan�a�. Los organizadores del SOA Watch me dieron el
honor de presidir esta �graduaci�n�, expresar el
significado de romper con la Escuela de las Am�ricas y
entregar simb�licamente el diploma de graduaci�n en
soberan�a a los seis pa�ses desertores de esa escuela de
asesinos. Finalizamos cantando al son de un hermoso
grupo de m�sica andina conformada por j�venes de Estados
Unidos pero de origen latinoamericano.
El d�a domingo 18,
cuando en Honduras cada uno de la multitud de
precandidatos se afanaba en conducir a la gente a
depositar el voto a su favor, frente a Fort Bennings la
multitud de activistas por los derechos civiles y
humanos nos organizamos para la gran procesi�n de fe y
memoria. Cada uno de los participantes port�bamos una
cruz en nuestras manos, mientras el coro dirigido por
Francisco Herrera evocaba nombre por nombre el v�a
crucis de los asesinados bajo la orden de militares
entrenados en la Escuela de las Am�ricas. Los nombres de
los m�rtires de la UCA se fundieron con los nombres de
nuestros m�rtires hondure�os y de toda Am�rica Latina y
el Caribe.
La procesi�n la
encabez� una manta que dec�a �From the School of the
Americas to the border �No m�s muertes!� y con ella
iba el fundador, animador y convocador indiscutible de
SOA Watch, el Padre Roy Bourgeois, quien me invit� a
caminar a su lado en esta procesi�n de amor, lucha,
resistencia y espiritualidad. Tambi�n estaba en la manta
de enfrente una l�der de Colombia, una de Guatemala, una
de M�xico y uno de Paraguay. As� fui como estuve al lado
del Padre Roy en la cabeza de la procesi�n seguida de
miles de activistas, muchos de ellos j�venes con su
alegr�a a flor de piel, provenientes de todos los puntos
cardinales de los Estados Unidos.
La procesi�n
pasaba por la alambrada de ingreso principal a la
fortaleza de Fort Bennings. Y cada una de las persona
coloc�bamos la cruz que port�bamos en la gran alambrada
de ingreso a la escuela de asesinos. Eran tantas las
cruces que la gran alambrada qued� completamente
�crucificada�. Cada quien en silencio pon�a su cruz,
mientras al fondo Francisco Herrera con su grupo
prosegu�a la letan�a de m�rtires continentales. As�
est�bamos cuando el hombre de sesenta a�os y miembro de
la comunidad cristiana �Koinon�a Farm� nacida
hace cincuenta a�os en la lucha contra el racismo en el
sur de Atlanta, se acerc� a mi a pedirme su bendici�n
antes de saltar la alambrada y quedar preso en nombre de
la libertad y la paz de los pueblos.
Nadie se pudo
imaginar en ese momento --yo menos--, que el Padre Roy,
por su testimonio personal en defensa de la igualdad
evang�lica entre hombres y mujeres dentro de la Iglesia,
hab�a de recibir al d�a siguiente la carta que lo dejaba
fuera de la Iglesia Cat�lica. El hombre con el rostro
pintado de blanco y el Padre Roy, cada quien desde su
espiritualidad espec�fica, decidieron cruzar la l�nea de
la ortodoxia, la legalidad formal y la prudencia. Los
dos sab�an que cruzarla significaba un severo castigo. Y
perdiendo sus derechos civiles y religiosos, se han
ganado el derecho de convocarnos a la tenaz lucha por la
paz, la justicia, la libertad y la igualdad, signos
inequ�vocos de la gloriosa presencia del Dios de la Vida
y su reinado.