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La moral del Pentágono
José Aldunate s.j.
Con espanto escuché a un oficial de Estados Unidos defender descaradamente la práctica de la tortura. No recuerdo si fue en CNN o la BBC. En realidad, defendía la práctica y la teoría del Presidente George W. Bush contra el terrorismo. Sabía que en las cárceles de EEUU -varias secretas- se tortura, pero nunca había escuchado de labios de un ciudadano una defensa de la tortura. El oficial entregó los siguientes argumentos: hay situaciones en que la tortura puede ser necesaria y legítima (aquí puso el ejemplo de un terrorista en una avión con una bomba escondida); el terrorismo actual reproduce esta situación de necesidad y legitimidad; la tortura es eficaz para descubrir las asociaciones terroristas o conjuras.
Estos argumentos se basan en la pretendida necesidad y eficacia de la tortura. La Primera Ministra alemana ya respondió: "El fin no justifica cualquier medio". Por otra parte, Pinochet ya entregaba el mismo argumento cuando decía: "Si no se les aprieta, no cantan". Es bueno que pensemos en nuestra casas de tortura del régimen militar, en Villa Grimaldi... Es todo esto lo que se quiere ahora justificar. Con una situación excepcional que se podrá imaginar (el caso del avión) no se puede pretender justificar un régimen de tortura.
EEUU está echando atrás todo lo que hemos adelantado mundialmente en el respeto de los derechos humanos y la condena de los delitos contra la humanidad. Con la tortura no se hace sino agravar el terrorismo. Vamos a fundamentar esto: concedemos que la tortura puede dar ciertos resultados inmediatos, que podrían considerarse positivos...
Pero en el largo plazo, el sistema de torturar para arrancar información es negativo (ojalá que nuestras policías pensaran siempre así). La tortura cría odio, tanto individual como colectivo. El odio es caldo de cultivo del terrorismo. Alimenta la sed de venganza. Nos coloca en la dinámica de la destrucción del opositor. La respuesta a la tortura ha sido la venganza del kamikase, que se inmola matando. En cambio, el trato respetuoso para el prisionero, la defensa de sus derechos, tiende a humanizarlo, a ponerlo en el plano de la ética y la justicia, a convertir al potencial terrorista en un ser humano.
En este milenio tenemos por delante la tarea de crear un orden mundial, que posibilite la convivencia humana. Deberá fundarse en el respeto del derecho y no simplemente en el temor al castigo. Una institución policial, como también el castigo, serán siempre necesarios tanto en el plano mundial como en el nacional. Pero han de sustentar, y no sustituir, un orden humano fundado en la justicia y el derecho. La tortura socava este orden, imponiendo la fuerza bruta. Así abre las puertas a la respuesta terrorista.
Como corolario, podríamos preguntarnos si es razonable que mandemos cada año a más de un centenar de nuestros jóvenes oficiales a completar su "formación" en Fort Benning, bajo la tutela del Pentágono. Una oficina que no sólo tortura sino que rehúsa someterse a un tribunal internacional que le pedirá cuentas por sus delitos contra la humanidad y que amenaza a los países -Chile incluido- que quieren suscribir el tribunal: un trato menos amistoso que se traducirá en dificultades para suministros y repuestos para los F-16 de nuestra fuerza aérea. Creo que huelgan comentarios.