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Honduras: Primer
aniversario del horror en Ahuás
Hace
un año doña Hilda Lezama y su esposo zarparon en su
pipante desde Puerto Lempira con 16 indígenas
miskitos a bordo, con destino al municipio de Ahuás.
Por la carretera natural que es el río Patuca
avanzaban en la noche burlando el sol incandescente
de los días térmicos de mayo, víspera del Día de la
Madre.
Los tripulantes –entre quienes venían dos mujeres
embarazadas y 6 niños -- ignoraban que sobre Ahuás,
tropas especiales de Honduras, mercenarios
centroamericanos y agentes de la DEA, dirigían un
operativo militar contra supuestos narcotraficantes.
En las sombras de la noche cateaban viviendas,
detenían personas y disparaban contra el rústico
embarcadero de la comunidad, con armas de guerra y
visores nocturnos, con artillería aérea e infantería
terrestre.
Cuatro helicópteros artillados sobrevolaban la zona,
ubicada cerca de la base militar gringa instalada
abusivamente en Caratasca.
El pipante intentaba atracar en Ahuás, mientras una
embarcación abandonada era arrastrada por la
corriente del río. Las ráfagas con armas de guerra
iluminaban la oscura noche sobre 16 personas
indefensas, desarmadas, habitantes del lugar.
Murieron cuatro seres humanos en aquél ataque: Juana
Jackson y Candelaria Pratt (ambas embarazadas), el
niño Hasked Brooks Wood y el joven Emerson Martínez.
Y ahí venía Wilmer Lucas Walter, un niño de 14 años,
quien sobrevivió hundiéndose en el río después de
ser alcanzado por un disparo de grueso calibre que
partió su mano izquierda. Walter también perdió sus
estudios en la escuela. Convive hoy con el COFADEH
en Tegucigalpa mientras realiza su terapia
rehabilitadora en un hospital público.
Igual que Wilmer, un joven y una mujer quedaron
lisiados para toda su vida. Y en total, nueve niños
y jóvenes son huérfanos de aquella tragedia.
El COFADEH ha curado algunas heridas durante este
año transcurrido, agregó denuncias al expediente del
Ministerio Público en La Ceiba, viajó dos veces a la
zona, documentó nuevos hechos y denunció ante el
mundo lo sucedido. Pero no es suficiente.
El oráculo de los militares y policías, Arturo
Corrales, y la embajadora gringa Lisa Kubiske, se
vinieron encima minimizando los hechos,
tergiversando la información y endilgando
responsabilidad a las víctimas, e inclusive el
propio Porfirio Lobo llamó narcotraficantes a los
muertos y heridos por viajar de noche huyendo del
calor.
En este año han sido evidentes las influencias del
Departamento de Estado y la DEA tratando de ocultar
con vil impunidad a los autores de esta matanza
cruel y despiadada. Intentan con cinismo demostrar
un ataque de los indígenas contra los helicópteros
militares. E imponen silencio a sus vasallos
locales.
En un reporte del fiscal Luis Alberto Rubí enviado a
María Otero al Departamento de Estado aparecen los
nombres de los soldados y policías hondureños que
participaron en el ataque, pero fueron ocultados los
agentes de la DEA y sus contratistas participantes
en la matanza.
Actualmente los 4 niños y los dos hombres
sobrevivientes no fueron reparados aún por los
dañaos físicos, morales y psicológicos infringidos
por los guerreros de la DEA que no combaten el
narcotráfico, sino que más bien lo encubren,
fomentan y exportan.
Las personas lisiadas tampoco recibieron apoyo del
Estado para su recuperación.
A pesar del silencio cómplice de la Secretaría de
Pueblos Indígenas y Negros, del Ministerio Público,
el Ejército, la Presidencial y el poder fáctico de
la embajada de Obama en Tegucigalpa, el caso sigue
abierto.
La masacre de Ahuás deberá subir con mucho lobby al
Congreso de Estados Unidos, con nuevas evidencias a
la Corte Interamericana de Derechos Humanos y con
muchas comunicaciones a la Corte Penal
Internacional.
Cuando vemos el brazo de Walter sanando lento aquí
en Tegucigalpa vemos ahí la impunidad caminando
veloz, produciendo dolor con rabia y, a veces, mucho
más que eso.
Hoy enviamos desde esta trinchera editorial un
abrazo solidario a las víctimas de Ahuás y una
repulsa potente a los encubridores profesionales, a
la embajada de Estados Unidos y a su nuevo
comisionado de soldados y policías, el patético
Arturo Corrales.
La verdad no puede ser ocultada ni tergiversada
todo el tiempo, será liberada un día y Ahuás
estallará en el rostro de esta gente descarada que
convive con cinismo entre nosotros.
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FIAN Honduras: este espacio es para el debate y el
intercambio de información que no es posible en otros medios
de comunicación, pero aclaramos que no somos responsables
por las opiniones e informaciones que aquí se vierten.
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