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Entrevista con Hernando Gómez Serrano

¿La Guerra de las Galaxias vuelta realidad?

Telecomunicaciones y bases militares en Colombia 

Gabriela Uassouf – Marlin Rodríguez

 

            En junio pasado, el Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas entrevistó a Hernando Gómez Serrano, ex-presidente del capítulo colombiano de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, y actualmente miembro de Colombianos y Colombianas por la Paz. Gómez Serrano es, sobre todo, un conocedor palmo a palmo de Nuestramérica, y un luchador invaluable por la paz y la soberanía de este continente. Años de investigación sobre la explotación de los recursos naturales en América Latina, en especial la minería, lo llevaron a investigar el rol estratégico de las bases militares en Colombia.  

Información: Un recurso invaluable 

            “Cuando miramos las bases militares norteamericanas empezamos a entender por qué y en qué sitios específicos del territorio colombiano se están ubicando. Dos bases se encuentran en la zona del Caribe, encargadas de todo el control naval del Caribe, y sobre todo de las grandes carreteras de información, con sus paraísos fiscales. Una base en Bahía Málaga, en el Pacífico, muy cercana a los puertos de Timbiquí y Nuquí. Son los dos puertos que están más cercanos a las corrientes submarinas más veloces del Pacífico en toda la costa pacífica de América, que en términos comerciales y militares son fundamentales. Las dos otras bases –fundamentalmente la de Palanquero– tienen el control de la zona del Orinoco, la reserva petrolera más grande del mundo y hacia el otro lado la reserva de masa biótica más grande del planeta, el Amazonas”. 

            Sin embargo, Gómez Serrano no comprendía la ubicación estratégica de otras bases militares colombianas donde hay presencia estadounidense, como es el caso de Tres Esquinas, Tolemaida y Apiay. Sus investigaciones lo llevaron a hipótesis  preocupantes. ¿Cuáles son esas hipótesis? 

            “Si bien es cierto que en estas bases va haber movimientos de tropas, de equipamientos militares, también es cierto, y quizás más importante que todo ello, que se van a colocar puntos nodales tecnológicos a través de los cuales, vía satélite, se va a estar recogiendo información estratégica militar de gran valor”. Un punto de alta tecnología no requiere de un amplio espacio para ser instalado. Puede funcionar desde una habitación pequeña, lo cual haría difícil encontrarlo en la enormidad de una base militar. “Y me puse hacer un ejercicio geográfico que era establecer el polígono que unía esas cuatro bases y luego proyectarlo a 35.700 kilómetros de altura y descubrí que esas cuatro bases forman el polígono de una pirámide perfecta que es la encargada de controlar, desde un satélite en la órbita, buena parte de la masa terráquea”.

 

Órbitas, satélites, y guerra de las galaxias 

            La órbita geoestacionaria se encuentra a unos 35.700 kilómetros de altitud sobre la línea del Ecuador. Allí, un satélite puede girar alrededor de la Tierra a la misma velocidad que ella. Esta cualidad privilegiada convierte a la órbita geoestacionaria en un recurso valiosísimo para las telecomunicaciones y para el mapeo fotográfico de la Tierra. “Un solo satélite que esté en la órbita alcanza a tomar (fotografías de) 42% de la masa del planeta. Pero hay unos que toman más masa física, otros toman mar. Uno de los que toma la mayor masa física está oficialmente encima de la órbita colombiana, y toma la masa física del Polo Norte, que es un territorio estratégico militar para los Estados Unidos. Además, de allí se pueden tomar fotografías de todo el Amazonas, de todo el Orinoco, por lo tanto de todos los recursos naturales (hidrocarburos, uranio, titanio, biodiversidad), pero además de toda la posición geomilitar que se quiera tener. Quien tenga la información sobre los minerales estratégicos, minerales que se están utilizando precisamente para las altas tecnologías de la guerra, tiene el control del planeta”. 

            El control satelital ofrece además grandes beneficios en escenarios de guerra. “Si usted va a la base militar de Palanquero con un GPS, cerca de la pista, usted va a encontrar una cosa curiosa”, dice Gómez Serrano. “Al volver a su casa y revisar la información que usted registró en el GPS, le queda una franja ciega de más o menos 300 metros de altura, que es exactamente la franja que necesita un avión de combate para despegar. Cuando el avión sale de la franja, ya está llegando quizás a Caracas, sino es que está encima de Manaos, sino es que está encima de Arequipa, llegando hacia el Perú, quién sabe dónde. Uno se pregunta cómo hacen para controlar ese espacio aéreo. La respuesta es, satelitalmente. Esos satélites son los que cierran toda la base de información. Usted no puede tener acceso georrefenciado absolutamente a nada: esa es la guerra”. 

            Gómez revisó el Acuerdo Complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre Estados Unidos y Colombia, firmado en 2009 durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. También revisó la Ley Colombiana de Tecnología de la Información y de las Comunicaciones, o Ley de las TICs. “Esa ley, que asignaba anteriormente la información geoestratégica al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, lo transfirió ahora al Ministerio de Defensa. Y ese Ministerio tiene un convenio de confidencialidad con las Fuerzas Armadas norteamericanas. El acuerdo de las bases militares colombianas –de estas estaciones de alta tecnología– dice que los Estados Unidos tiene el acceso, prioridad, y además exclusividad de la información que allí se recoja. Es decir, estamos entregando no solamente el territorio físico donde están estos nodos tecnológicos, sino toda la información geoestratégica que allí se toma. El gobierno colombiano ni siquiera tiene acceso a esa información”. 

            En los tratados normativos del uso del espacio radioeléctrico regulados por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), Gómez Serrano encontró más pistas: “El acuerdo internacional sobre la órbita geoestacionaria dice que los 10 países que están bajo la misma tienen acceso prioritario a su uso, pero toda la órbita está segmentada en el mismo número de países que hay en el planeta, de tal forma que cada país tiene un segmento de órbita que le pertenece. Pero si el segmento de órbita de otro país está sobre Colombia, quien tiene el primer derecho de uso de ese segmento es Colombia”. El satélite Simón Bolívar, por ejemplo, es de Venezuela, fue colocado desde China, está en el segmento de órbita del Uruguay, y físicamente sobre el Ecuador. 

            “Según la normativa de la UIT, “cualquier país tiene el derecho de uso bajo el principio del 'primer pedido, primer servido'. Pero adicionaron un elemento en esta normativa que dice que aquel país que, una vez pedida la órbita, no la usufructúe tecnológicamente en los siguientes cinco años, pierde el derecho al uso de prioridad. Países como Colombia no tenemos la tecnología suficiente para colocar los satélites. Si la pedimos, en cinco años nos quedaríamos ya sin la órbita”. Las potencias económicas mundiales, en particular los Estados Unidos controlan la mayoría de los satélites en la órbita geoestacionaria. La mayoría de ellos son satélites militares de inteligencia y reconocimiento. La órbita geoestacionaria se encuentra solamente sobre diez países del mundo. Tres de ellos se encuentran en América Latina: Brasil, Ecuador y Colombia.

 

            “Cuando existía la base militar de Manta, que queda exactamente debajo de la órbita geoestacionaria, ya se habían instalado allí algunos de estos centros tecnológicos. El presidente Correa saca la base militar del Ecuador, y Colombia entonces se ofrece. El presidente Uribe le entrega la soberanía colombiana a Estados Unidos. Sin embargo, en agosto de 2010, el Acuerdo Complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad fue objetado por la Corte Constitucional colombiana. En el periodo de tiempo entre la instalación de las bases y el pronunciamiento de la Corte Constitucional, se instalaron los puntos tecnológicos. En otras palabras, ya no se necesitan las bases. Más aún, en el caso que el Acuerdo, por cualquier razón jurídica o a conveniencia de las partes, llegase a quedar sin operación, los Estados Unidos tienen el derecho absoluto de llevarse toda la instalación física que hayan colocado allí. Entonces, en el momento en el que Estados Unidos considerara que ya tiene la información que necesita, levanta su base tecnológica, y la implanta en Uganda, en Kenia, en Ecuador, en Brasil, en donde quiera. Estas bases, que se presentaron inicialmente como una prioridad militar, tienen prioridades fundamentalmente comerciales y financieras, y buena parte de la operación de estas bases esta amparada en la normativa internacional de telecomunicaciones, en la de los Tratados de Libre Comercio, del manejo de información militar privilegiada. En las negociaciones de un Tratado de Libre Comercio como el que se pretende hacer entre Estados Unidos y Colombia, los lobbies más fuertes que se están dando son entorno a las telecomunicaciones”. 

            Miles de millones de dólares se invierten anualmente en tecnología satelital. Gómez Serrano nos convence de que el cielo también puede ser un escenario donde reclamar nuestra soberanía. “Dejemos de pensar en términos militares, y pensemos en términos de desarrollo y beneficio humanitario. ¿Tú te imaginas lo que significaría, por ejemplo, esta órbita geoestacionaria al servicio del mundo? Yo te podría operar el páncreas sin intervenirte físicamente, desde Maryland, desde cualquier hospital del mundo. Tendríamos acceso en tiempo real a todas las cátedras de las mejores universidades del mundo, el planeta completo tendría acceso inmediato a todos los bienes y servicios de medicina, financieros, culturales... Y se acabaría, claro, el negocio de las grandes empresas de la salud, de la educación, las multinacionales del control cultural, etcétera”. 

Una Grannacional de ternura 

             América Latina puede ser el epicentro del cambio de un paradigma de guerra a un paradigma de solidaridad. “Venezuela tiene, en este momento, el satélite Simón Bolívar. Colombia no lo tiene. Colombia tiene posición privilegiada bajo la órbita. Hagamos un ejercicio de cooperación: Venezuela nos presta el satélite para manejar información financiera, educativa, de salud, y nosotros desde Colombia colaboramos en que Venezuela pueda colocar nuevos satélites en la órbita colombiana. Otro ejemplo: ¿Quién dijo que el 'primer pedido, primer servido' no puede ser un pedido corporativo?, ¿qué tal que hagamos grannacionales de órbita geoestacionaria, que nos unamos Brasil, Colombia, Ecuador, Venezuela? La cosa sería fascinante. En una visita que hicimos con la senadora Piedad Córdoba y el equipo de trabajo de Colombianos y Colombianas por la Paz a Venezuela, yo llevaba una preocupación particular –porque esto ha sido para mí una preocupación de muchos años– sobre la venta o privatización de la empresa de telecomunicaciones de Bogotá a las grandes multinacionales de las telecomunicaciones. A mí se me ocurrió proponer hacer una Grannacional: CANTV de Venezuela, Telebras de Brasil, C4 en Centroamérica, EPM de Medellín, Emcali de Cali, la ETB de Bogotá. Así le competiríamos a Telmex, a la Telefónica de España. No alcancé a bajarme del avión de Venezuela, cuando ya en la radio estaban diciendo que yo había ido a venderle la empresa de telecomunicaciones a Chávez.

            Por eso todas estas iniciativas regionales –ALBA, la UNASUR– son supremamente importantes. Pero que no sean solamente iniciativas para la comprensión político-ideológica, sino iniciativas también para el control mercantil, financiero, geoestratégico y sobre todo para el desarrollo humano en equidad, concordia, hermandad, fraternidad. Ahí sí el principio de Martí sería absolutamente universal: La solidaridad es la ternura de los pueblos. Una Grannacional de ternura, donde prime la solidaridad de los pueblos de América Latina, también mirando a los pueblos de Asia, de África, a los pueblos del mundo. Porque muchas veces nos quedamos en la preocupación militar. Pero los no militaristas somos muchos más, somos muchísimos más. Si nosotros le cambiamos la matriz de pensamiento al mundo, y decimos que el mundo no se controla por los lazos de opresión y dominio que se tejan sobre nosotros, sino que el mundo se autorregula por los lazos de fraternidad, por los lazos de amistad y de encuentro entre los pueblos, cambiará la historia de la humanidad. Llegará un momento en que la gente dirá: 'Existió una época rarísima donde hacían unas cosas rarísimas que se llamaban guerras'. Claro, eso suena iluso quizás, pero somos los ilusos los que algún día tendremos la posibilidad de pensar un mundo diferente”.

 

 

 

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