Discurso al cerrarse la Escuela de las Am�ricas en Panam�
- Discurso pronunciado por el Presidente de la Republica, Dr. Jorge E. Illueca, en la ceremonia de la izada de la bandera de Panam� en el Fuerte Gulick y la antigua Escuela de las Am�ricas en virtud de la reversi�n que en esa fecha se realiz� conforme a los tratados Torrijos-Carter de 1977-
La reversi�n que celebramos en esta fecha constituye una adici�n considerable a los bienes p�blicos del pa�s. Pero, a�n si fuese menor, no mas un palmo de tierra, �rida y �spera, su valor ser�a inconmensurable en la dimensi�n espiritual. La patria no tiene precio porque es una comunidad de esp�ritus, una heredad sagrada, formada por la sucesi�n de los esfuerzos de generaciones y constituye un sacrilegio tasar la menor part�cula de su suelo en t�rminos monetarios para pretender justificar la ocupaci�n for�nea.
No somos indiferentes ante el hecho de que un numero de paname�os muy estimables quedaran privados de ocupaci�n. El estado esta comprometido, por mandato de la constituci�n, a asegurarles ocupaci�n, por lo cual he dispuesto que sin dilaci�n se adopten las medias pertinentes para que en el plazo m�s breve posible se les provea de trabajo con toda la dignidad y con remuneraciones equivalentes.
El hecho, no obstante, suscita en mi mente ciertas reflexiones que estimo conveniente comunicar a mis compatriotas. Ning�n motivo o reparo debe aducirse para disminuir la significaci�n hist�rica de la recuperaci�n de cualquiera parcela de nuestra tierra que durante 80 largos a�os, y hasta hace unas cuantas horas, estuvo segregada f�sica y pol�ticamente del territorio nacional y bajo otra bandera que la que junto con nuestro escudo y nuestro himno simboliza la patria paname�a.
Meditemos, en la importancia del acto que presenciamos en este momento y de que son tambi�n participe los paname�os que habitan en toda la extensi�n del suelo patrio. La naci�n paname�a emocionada, se siente mas segura de si misma y de su futuro al comprobar hoy que el proceso de recuperaci�n territorial y jurisdiccional estipulado en el Tratado del Canal de 1977, seguir� de modo inexorable cumpli�ndose sin aplazamientos ni interrupciones, hasta culminar con la transferencia al dominio de la Republica de la v�a interoce�nica y con la cesaci�n definitiva de la presencia en nuestra tierra de Fuerzas Armadas Extranjeras.
Se han despejado las dudas que intentaban mellar la confianza del pueblo paname�o en la ejecuci�n fiel en toa su integridad del proceso de descolonizaci�n, abanderado por Torrijos a todas luces irreversible.
La reivindicaci�n paname�a recogidas en el Tratado y hechas efectivas en el d�a de hoy, no s�lo contribuye a fortalecer la soberan�a y consolidar la integridad territorial de la naci�n paname�a. Tambi�n acrecientan el respeto y ascendiente de su posici�n en la esfera internacional. La cesaci�n del funcionamiento de la Escuela de las Am�ricas resguarda a nuestro pa�s de imputaciones infundadas sobre la tolerancia del uso de su territorio para la preparaci�n de contingentes destinados a intervenir en acciones b�licas y pol�ticas en terceros pa�ses que suscita amargas controversias en la esfera mundial. Existe en el presente y se difunde cada vez m�s una aguda sensibilidad respecto al adiestramiento de Fuerzas Militares de pa�ses latinoamericanos susceptibles de confrontaciones con otros de la regi�n. Ello fue motivo para que Panam� fuese se�alada no tanto por servir de centro de instrucci�n militar para latinoamericanos sino como establecimiento de una enorme base para provocar el resentimiento y desestabilizaci�n de varios pa�ses a tiempo con la amenaza de utilizar la fuerza como medio de resolver militarmente las divergencias y controversias entre pa�ses hermanos de la regi�n.
Los paname�os nos enorgullecemos de nuestra tradici�n de pa�s abierto a todas las ideas. Donde tuvieron siempre refugio los perseguidos de las dictaduras y tiran�as que han afligido a las naciones de la Am�rica Latina y de otros continentes. Aqu� han disfrutado de nuestra fraternal amistad y han convivido con nosotros a cubierto de reacciones hostiles y malquerencias por causa de sus ideas y actuaciones.
Aqu� posaron la Planta Ju�rez y Montalvo, proscritos de sus patrias por despotismo dom�stico o por la injerencia de poderes extra�os. Ello explica que la Escuela de las Am�ricas no anidara en el cari�o del Pueblo Paname�o, definitivamente reacio a suscitar o apadrinar la animadversi�n hacia ninguno de los otros pa�ses de la Am�rica Latina. Afirmando en el altorrelieve de nuestra geograf�a f�sica hoy. En nombre de la naci�n paname�a, reincorporamos al Fuerte Gulick al mapa espiritual de la Rep�blica.
Desde la eternidad el General del Pueblo se yergue sobre el pasado y el porvenir para decir presente en esta hora clave de la nacionalidad. Firmes son sus conquistas como hondo es su recuerdo en el coraz�n de los paname�os. Omar Torrijos Herrera sigue viviente como una nube tutelar que desde la eternidad cosecha reivindicaciones para derramar lluvia de soberan�a sobre la patria paname�a.
Hoy hacemos efectivo su legado al restarle 3.620.000 metros cuadrados a la vertiente atl�ntica de la quinta frontera: tres millones de metros que responden al aforismo de que la patria es amada no porque sea grande sino porque es nuestra. As� como a la consigna de Bol�var de que nuestro primer deber es hacia el suelo que ha compuesto nuestro cuerpo y nuestra alma con sus propios elementos; tres millones de estacas colonialistas que hoy se desmantelan; tres millones de metros de dignidad; tres millones de metros de soberan�a bajo la salvaguardia de las Fuerzas de Defensa de la Rep�blica; tres millones de metros de patria redimida.
El acto de hoy se�ala como imprescindible una pol�tica nacional paname�a que se funde en la historia. En las ra�ces culturales, en la vocaci�n religiosa y en las vicisitudes comunes de nuestro pueblo. Aqu� nos congregamos como paname�os y solamente como paname�os...