México, 15 de octubre de 2014
A la sociedad mexicana (a los que quedan).
A quienes todavía tienen ojos para leer, a quienes están
y creen que nunca serán desaparecidos, les queremos
decir unas palabras.
Somos H.I.J.O.S. México y esta vez, con la rabia de
siempre, pero ya sin pesar ni vergüenza, nos referimos a
ustedes en estos términos. Todas aquellas personas que
hoy queden vivas y libres, todas aquellas personas que
leen o escuchan esto con curiosidad y que no cuentan en
su familia o amistades a alguien desaparecido, deben
saberlo de una vez: ustedes siguen.
Es terriblemente simple: por décadas nuestras abuelas
gritaron en las plazas, marcharon, repartieron volantes,
se colgaron las fotos de sus hijos al pecho; las
llamaron locas, las amenazaron y las reprimieron.
Mientras tanto, la inmensa mayoría del pueblo mexicano
hacía una sola cosa: nada. Voltearon hacia otro lado;
aprendieron la sonrisa sin memoria; compraron algún bien
y siguieron en la ficción de una vida sin desaparecidos,
porque “no eran suyos”. Después, dejaron crecer solos a
sus hijas e hijos, sin pensar siquiera si esa piedrita
incómoda en el zapato podría crecer. Hoy, con el dolor
de los años, podemos decirles que se equivocaron: el
horror ha vuelto y creció.
Somos hijos e hijas también de su olvido, habitantes de
este país despedazado, al que estúpidamente amamos
todavía, desde lo más profundo. Por eso somos hijos del
enojo, la indignación y la rabia ante los hechos
acontecidos en Tlatlaya, Estado de México y en Iguala,
Guerrero; somos hijos del dolor en Acteal, El Bosque, El
Quemado, Aguas Blancas y tantas otras. Nuestros padres
son y fueron hombres y mujeres dignos y aguerridos que
lucharon de distintas maneras porque este país fuera
mejor. Nosotros somos la reivindicación de sus ideales y
los mantendremos vivos siempre; porque pese a todo, nos
oponemos al olvido.
Pensamos que el horror había tocado nuestras vidas
cuando estábamos por nacer, cuando usábamos pañales;
pensamos que nuestra herida sería la de luchar contra el
olvido de nuestro país, jamás contra las fuerzas que
nuevamente arrebatan padres y madres de sus casas
dejando más hijas e hijos en un abrazo vacío.
Si hoy, cuando nos siguen faltando y urge localizar a
los 43 estudiantes desaparecidos; si hoy ustedes tienen
la sensación de que pueden volver a mirar hacia otro
lado; si tienen el oculto deseo de que todo vuelva a ser
igual, si quieren que este episodio de horror pase y no
atormente más sus pobres almas la próxima semana, sepan
que esa es la señal inequívoca: el suelo ha empezado a
desmoronarse precisamente bajo sus pies.
Somos el fantasma de las navidades futuras. Estamos aquí
para recordarles un porvenir que quieren desconocer.
Generaciones enteras de niños, niñas y jóvenes crecen
hoy como un dolor en la raíz del miedo, construyendo un
futuro que ustedes, desde ya, quieren olvidar. Pero
nosotros no olvidamos. Y no perdonamos. Por suerte no
somos los únicos.
Hoy, quizá como nunca antes, entendemos la motivación de
nuestros padres y madres al elegir el camino que
eligieron. Queremos que caiga este Estado en que todos
los partidos y niveles son cómplices; queremos castigo a
los responsables y queremos a nuestros compañeros vivos;
queremos verdad y justicia.
De lo hecho o dicho hasta ahora, nada nos calma ni nos
hace sentido (salvo la rabia cruda, la gente en las
calles). Losopinólogos deberían hacer más y opinar
menos; los analistas deberían moverse antes de
descalabrarse por el derrumbe de sus teorías. ¿De verdad
creen que es suficiente? No esperen que les aplaudamos a
sus funcionarios cuando salen a buscar desaparecidos por
las calles como si se hubieran perdido en una tormenta;
como si no supieran por dónde y por quiénes empezar a
buscar. No esperen que el verbo “esclarecer” nos deje
tranquilos, ni que sus renuncias aparezcan como actos de
heroísmo: todo eso no es ni lo mínimo. No basta. Nuestro
pueblo debe tener más autoestima. Los queremos vivos,
queremos bien a sus familias; queremos tras las rejas a
responsables y cómplices, y queremos que nunca más nadie
tenga que llorar un desaparecido por motivos políticos,
ni por ningún otro motivo.
La herida en el corazón del país no podía ser más clara.
Desaparecer estudiantes; desaparecer futuros profesores.
Nuestros padres también estudiaron en Ayotzinapa, ¿es
que a este país no le bastó con que ellos ya hayan dado
su vida? Nosotros pagamos el precio para que esta
sociedad transitara hacia un futuro mejor y aún así esta
sociedad no lucha por merecerlo. ¿Quieren desaparecer
nuestra memoria? No lo permitiremos.
Es por esto que, en los albores de nuestros quince años
de existencia, H.I.J.O.S. México anuncia que se
replanteará su actuar, en honor a la memoria de nuestros
padres y nuestras madres, y en honor a quienes aún hoy,
ante todo, siguen luchando por un otro mundo mejor. Esa
alegría que algunos admiraban se nos borró de golpe en
Ayotzinapa; los colores que solemos usar se están
quebrando entre nuestras muelas apretadas de dolor y
rabia. Y no nos vengan a contar aquella historia de la
alegría y la esperanza, porque también nosotros la
inventamos, pero hoy sabe a poco y no basta.
Y lo hacemos esta vez por ellos, por ellas. Por Elín,
por Juan Carlos, por Esther, por el Flaco, por Rafael,
por Valentín, por Tomás, por Alicia. Por tantos y tantas
que nos faltan, desde hace tanto. Lo hacemos esta vez
también por los nuevos hijos, por las hermanas Alvarado,
por Nadin, por Dianita, por Heber, por Janahuy, por las
nietas de Luli. Lo hacemos también por nuestros hijos,
los hijos de H.I.J.O.S., porque otra vez nos negamos a
que crezcan en un país que no se merecen.
Si la sociedad mexicana no hace hoy lo extraordinario,
cuando llegue el día en el que conozcan este dolor como
propio, no nos pregunten ¿por qué no hacemos nada en la
búsqueda de sus familiares?, sólo recuerden que llevamos
décadas denunciando al terrorismo de Estado, que no es
nuevo. Asuman su responsabilidad en la continuidad de
las desapariciones forzadas en este país lleno de
impunidad, simulación y corrupción. Sabemos que hay
muchas personas, maravillosas y valientes, que ponen
cada día su trabajo y corazón para detener el horror. Lo
reconocemos y agradecemos, pero es urgente que nos demos
cuenta de que no está siendo suficiente.
Sentimos no tener hoy palabras más hermosas, se nos
están acabando; nos las quitaron cuando nos quitaron a
43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, como
nos quitaron a nuestras madres y padres, como ha
sucedido en los últimos 45 años que ustedes, los sin
dolor, no quieren ver.
Hacemos un llamado a la sociedad civil de todo México,
de América Latina y del mundo entero a solidarizarse
urgentemente con el pueblo del cual formamos parte.
Esperamos en consecuencia que este llamado que hacemos
-que no es como tantos otros que hemos hecho- haga eco.
Deseamos y confiamos en que habrá una reacción a este
grito que no hacemos nosotros, sino todo el pueblo digno
de México y que ahora replicamos. Repudien a los
gobernantes de este Estado asesino a donde quiera que
vayan, exijan a los gobiernos de los demás países romper
relaciones con ellos hasta que se presente con vida a
los 43 compañeros normalistas desaparecidos, así como a
las decenas de miles de mexicanos que se encuentran
también desaparecidos. Queremos justicia y si el Estado
no la provee, es el responsable directo del terrorismo
en que estamos inmersos. Ayúdennos a condenarlos como
humanidad, porque los desaparecidos nos faltan a todos,
desde siempre y como nunca.
Hoy más que nunca: no olvidamos, no perdonamos y no nos
reconciliamos. Juicio y castigo a los culpables y sus
cómplices.
¡Vivos se los llevaron y vivos los queremos!